Escrita por: Daniel Mountain

Director: Gerard Joghnstone
Guionista: Akela Cooper
Productores: James Wan, Jason Blum
Reparto: Alison Williams, Violet McGraw, Amie Doland, Brian Jordan, Jen Van
Título original: Megan 2.0
Productora: Blumhouse Productions, Atomic Monster
Género: terror

Gemma y Cady están de regreso, tratando de vivir la vida de la mejor forma que pueden. Después de los traumáticos eventos del primer filme, cada una intenta seguir adelante desde lugares muy distintos: Gemma, con una culpa que no desaparece del todo, se dedica a prevenir el mal uso de la tecnología y, más complicado aún, a aprender a ser madre de una adolescente rebelde. Cady, por su parte, está en esa etapa difusa en la que una adolescente lidia con el duelo, la desconfianza en todo el mundo y una creciente independencia emocional, pero sin perder del todo la conexión con su pasado.

Lo que ninguna de las dos sabe —y aquí empieza a cocinarse el conflicto— es que hay piezas de ese pasado que no se fueron. La primera, con consecuencias catastróficas: los planos de Megan han sido filtrados. No se trata de simples archivos olvidados, sino de la hoja de ruta para construir una réplica de un prototipo más peligroso utilizado por el gobierno de los Estados Unidos, que decide construir una versión propia, llamada Amelia. Esta nueva androide no está pensada para jugar con niños, sino para actuar como arma de precisión quirúrgica en conflictos internacionales. Como era de esperarse, el experimento sale mal, y provoca más muertes de las esperadas. 

La segunda pieza que ignoran nuestras protagonistas es más personal para ellas: Megan, la verdadera, nunca se fue del todo. Contra todo pronóstico, se hizo un backup completo y lleva dos años activa desde las sombras. Lo que sorprende es que su intención no parece ser vengarse ni reprogramarse para matar, sino proteger, intervenir y hacerle la vida más fácil a Gemma y Cady, como si, de alguna forma, para anda sorpresiva, sintiera apego por esa extraña relación familiar que ayudó a crear —y casi destruir.

El meollo de la historia aparece cuando los agentes del gobierno, absurdamente incompetentes, y por momentos caricaturescos en su torpeza, comienzan a sospechar que el mal funcionamiento de Amelia tiene que ver con Gemma. ¿La evidencia? Ninguna. ¿La lógica detrás de sus acciones? Cuestionable, por decir lo menos. Sin un motivo explícito más allá del clásico “ella tiene antecedentes”, deciden arrestarla, lo que provoca una cadena de eventos que arrastra a madre e hija a un escenario inesperado: escapar no solo del gobierno, sino de Amelia, que ha alcanzado niveles de autonomía y control altamente peligrosos. Ha tomado una decisión propia: eliminar a todos los involucrados en su creación antes de desatar el caos en el mundo, una conexión a internet a la vez.

Lo más interesante de Megan 2.0, es cómo transforma el género. Aunque muchos portales la siguen catalogando como película de terror, esta segunda entrega se aleja por completo de esa intención. No se trata aquí de provocar sustos fáciles ni de jugar con la tensión psicológica. Esta es una película de acción con un sorprendente toque de comedia. Y no de esa comedia involuntaria que resulta cuando las películas de terror fallan en asustar, no. Aquí la risa es parte del guión, una herramienta que se usa con inteligencia para crear contraste y alivio en medio del caos. El humor está donde debe estar: en los silencios incómodos, en los comentarios sarcásticos de Megan, en las situaciones absurdas que se escapan de control. Es un humor oscuro, sí, pero genuinamente divertido.

La película también se toma el tiempo de construir con cuidado los arcos de sus personajes. Gemma ya no es solo la ingeniera brillante que creó un monstruo. Es una mujer que ha aprendido —a golpes— lo que significa responsabilizarse de otro ser humano, especialmente uno que no nació del todo preparado para confiar en los adultos. Cady, mientras tanto, evoluciona de ser una víctima a tomar decisiones con peso, incluso en medio del miedo. Pero quien más transforma nuestra percepción es, sin duda, Megan. De villana a posible aliada, su figura se vuelve más ambigua, más interesante, casi entrañable. Lo que en la primera entrega era un comentario sobre los peligros de la autonomía artificial, aquí se convierte en una exploración sobre la conexión, la lealtad y el dilema de lo que realmente significa “ser humana”.

La dirección aprovecha todos estos matices con momentos visuales muy bien logrados, especialmente en las escenas de confrontación entre Megan y Amelia, donde más allá de la espectacularidad de la pelea, lo que sobresale es la tensión emocional. Ambas máquinas reflejan versiones distintas de la inteligencia artificial: una que ha aprendido a vincularse, y otra que representa el control absoluto de un autómata artificial.

Entre los mejores aciertos de la película están los momentos que lejos de romper el ritmo, aportan una sensación de frescura e irreverencia que termina siendo marca registrada de la saga. Funcionan como respiraderos, como pequeñas joyas de absurdo en medio de la intensidad, y dejan al espectador con una sonrisa, incluso en medio del suspenso.

Megan 2.0, logra algo que pocas secuelas consiguen: expandir su universo sin traicionar el espíritu original, pero redefiniendo por completo su lugar. Ya no se trata solo de una crítica a la tecnología sin control, que sí, también. Se trata de cómo, incluso en medio de la incertidumbre, las relaciones más inesperadas pueden salvarnos. Y si la salvación viene en forma de una muñeca asesina con lengua afilada y habilidades sobrehumanas.

Recomendada.

Puntaje: 4.0